En Gandía, donde el verano dura medio año y la burocracia funciona con la precisión de una escopeta oxidada, un blackout no es una posibilidad: es una condena. Lo raro no es que nos quedemos sin luz. Lo raro es que, con esta red eléctrica hecha de remiendos y promesas vacías, alguna vez haya electricidad.
Y como siempre, la mayoría no estará preparada. Porque en este país ya no se enseña a sobrevivir: se enseña a quejarse en redes sociales.
Primero: agua. No una botellita de Evian, no una garrafa ridícula de litro y medio. Mínimo 50 litros por familia. Agua para beber, para cocinar, para limpiar lo mínimo necesario cuando no tengas ni fuerza para insultar al ayuntamiento.
Segundo: linternas y baterías de sobra. Nada de velitas románticas ni farolitos chinos. Compra linternas serias, de las que puedes usar para romperle la cabeza a un ladrón si hace falta. Y pilas. Montones de pilas. Si no te parece esencial, mereces apagar tu móvil en la oscuridad llorando.
Tercero: comida que no necesite nevera. Conservas, galletas, latas de atún, embutido curado. La nevera dejará de ser tu amiga en cuanto pasen las primeras dos horas. Olvida los helados y la leche fresca. Estamos hablando de sobrevivir, no de recrear un brunch de Instagram.
Cuarto: efectivo. Cuando caiga la red eléctrica, las tarjetas de crédito serán tan útiles como una escoba en medio del océano. Un poco de dinero en billetes pequeños puede significar la diferencia entre comer y ver cómo otros comen.
Quinto: cultura de la paciencia. La mayoría entrará en pánico en cuanto descubra que sin Wi-Fi no pueden pedir una pizza o subir un story lloriqueando. Respira. Piensa. Haz lo que hacían nuestros abuelos: hablar con el vecino, abrir una botella de vino caliente, y maldecir a los políticos.
Y si después de todo esto crees que exagero, perfecto. Sigue comprando velas aromáticas y subiendo selfies. La próxima vez que se apague la luz, Gandía volverá a su estado natural: un campamento improvisado de supervivientes sin idea de qué demonios hacer.
Y entonces, los pocos que se prepararon —los que todavía creen en la pólvora, la linterna y el agua— serán los nuevos reyes.